Capítulo anterior: El despertar de la droga
Desde que comprendimos nuestro lugar en el mundo y el beneficio de compartir con otros, nos volvimos en seres sociables. Siempre fue así, en toda circunstancia vimos como las personas compartían con otros, incluso en circunstancias muy duras de sobrevivencia. Quizás es la naturaleza mamífera de la que nos han querido desviar, la que nos hace sentir armonía cuando interactuamos en comunidad y si bien la soledad es completamente justificada e incluso necesaria en algunos casos, el compartir siempre fue algo que sin habérnoslo enseñado nos nació hacerlo.
Para la última década del milenio pasado, cuando comenzaron a desarrollarse las primeras páginas web, nacieron los primeros proveedores de correos electrónicos gratuitos y abiertos a la población civil. Memorables son los servicios de Yahoo, Gmail y Hotmail quienes proveían una bandeja en la cual podíamos enviar y recibir mensajes desde cualquier parte del mundo. Este último fue uno de los pioneros en esta materia y cuando se liberó el año 1996 en solo tres meses ya tenía más de cien mil subscriptores, demostrando a los analistas, el interés de la sociedad por querer comunicarse e informarse con las nuevas tecnologías que estaban emergiendo. Comenzaba de esta forma a gestarse una gran red de usuarios digitales que se sobreponía a la red de internet. Durante los años siguientes los diversos sitios que habían, comenzaron a exigir una cuenta de correo electrónico, de esta forma, era posible crear un hilo lógico entre sus servicios y sus usuarios para así mantener una comunicación de manera más personalizada, óptima y directa en mutuo beneficio. Para finales del milenio ya era posible encontrar diversos sitios web con todos los fines existentes, laborales, personales, recreativos e incluso emocionales. La lucha comercial entre las diversas plataformas que emergían, se disparaba y si bien no era una lucha a muerte era interesante ver cómo estas competían entre ellas, se compraban, se vendían, mejoraban, quebraban y cada año nuevas y nuevas plataformas se integraban a esta competencia con mejores o innovadores servicios, todo con el fin de acaparar más y más usuarios que a mediados del año 2015 ya identificaba alrededor de dos billones de personas. Una cifra no menor considerando que el mundo entero se había volcado completamente a esta tecnología en apenas veinte años.
Uno de los problemas comenzó a surgir a mediados de esta misma década, cuando se comprendió que el mundo digital era una fuente de información peligrosa para quienes querían recuperar algo que no se habían dado cuenta que habían perdido: La privacidad. Durante estos años algunas personas comenzaron a cuestionarse el hecho de que sus vidas estaban completamente digitalizadas y todo lo relacionado a su intimidad o algunos datos que consideraban privados estaban publicados en algún lugar de la red. No había sucedido ni por magia ni por robo de identidad, sino que, por ellos mismos, quienes habían almacenado año tras año información en diferentes sitios web. Para entonces las redes sociales comenzaban a funcionar de manera más alineada entre ellas, ofreciendo servicios a solo un clic de registro, no con fines malignos ni nada por el estilo, pero esto, lamentablemente permitió que grandes corporaciones y centros de inteligencia, comenzaran a triangular personas y activistas que, sin saber, trabajaron en estos medios completamente vigilados. Aquellos que venían cuestionándose el tema de su privacidad buscaban nuevas formas de comunicación, pero sólo quienes de verdad necesitaban protegerse o los más paranoicos utilizaron medios de este tipo. Famoso es el navegador Tor, que camufla tu ubicación física y a menos que te identifiques mediante un ingreso de sesión, los servidores no pueden detectar quien eres y menos en donde estas ubicado.
Otro gran problema que comenzó a reflejarse para finales del año 2017 fue que muchos usuarios digitales y cuentas de correo en realidad eran bots, programas informáticos que comenzaron a masificarse por la red, coludidos con medios de desinformación. Esto lo hicieron para viralizar noticias falsas e influenciar a las personas que basaban su opinión en base a lo que la mayoría opinaba, principalmente temas de índole político, religioso y social. El rebaño completamente engañado dedicó horas completas a informarse y a comentar noticias que en realidad no eran iniciadas por personas, sino que por programas completamente automatizados. La era de la desinformación estaba en su completo apogeo y si bien muchas organizaciones comenzaron a concientizar acerca de la privacidad en la red y de los falsos provocadores virtuales, fueron muy pocos los que se interesaron y lamentablemente poco se pudo hacer para despertar a esa mayoría que, sin saber, tenía como inspiradores a falsos códigos binarios. Qué decir del aumento de enfermedades mentales que fueron ocasionadas por este mismo tema. Gran parte de la población de verdad era muy influenciable a la interacción por estos medios e incluso el aumento de suicidios aumentó año tras año a causa del evolucionado bulling virtual. La confrontación directa si bien existía, era en menor grado que la confrontación virtual, pues abarcaba casi un 60% de los mensajes que se transmitían por internet, sobre todo en páginas de conversaciones online o chats privados de algunos sitios.
En fin, para inicios del año 2020, con el boom del descontento, grandes cuestionamientos despertaron en un sector de la población, sobre todo en temas relacionados a las fuentes de información que por lo visto siempre estuvieron tergiversando y guiando nuestro pensamiento crítico. Fue durante los primeros días de revuelta, que fuimos testigos de cómo comenzaron aparecer múltiples panfletos con mensajes libertarios, que al principio pensámos que se adjudicarían a movimientos anarquistas, y si bien varios queríamos la emancipación de esta vieja cultura, estábamos claro de que estas marchas no tenían carácter político, sino de conciencia por ende aquellos que insistían en politizar el tema o incitar a la incorporación de uno que otro partido, eran detectados e inmediatamente enfrentados por la mayoría hasta ser completamente expulsados de las marchas. Con el pasar de los días y las reiteradas manifestaciones, cada vez menos influyentes políticos se hicieron presentes, pero los panfletos de todas formas siguieron apareciendo, cada vez en cantidades exorbitantes, con imágenes más llamativas y duras críticas que no eran dirigidas solamente al sistema, sino al rebaño social, el cual lamentablemente seguía esperando un pastor para ser guiado en su nuevo trayecto. Estos panfletos sin remitentes hicieron cuestionar a todos los asistentes dada las complejas verdades que transmitieron pero nadie supo quiénes fueron sus emisores.
Al comienzo de febrero, nos percatamos de que estos panfletos se encontraban en varias partes del mundo, sobre todo en las marchas de Europa, América y Asia. Todos con los mismos mensajes y en sus respectivos idiomas. Nadie podía detectar quienes eran, solo aparecían durante la marcha por gente que obviamente no quería ser descubierta y fue recién a finales de este mes que comenzaron a incluir el slogan de “red antisocial”, una frase que la mayoría ni siquiera había escuchado jamás. Este concepto en poco tiempo se hizo parte de los temas de conversación, sobre todo en aquellos que estábamos buscando nuevas formas de organización, lamentablemente no había mucha información al respecto en ninguna parte. Esa fue su indescifrable forma de operar, día tras día, semana tras semana, hasta que finalizó el mes con la denominada “Gran Marcha”, la cual fue organizada sincrónicamente en todos los continentes. Aquí se rebelaron panfletos ya vistos en las marchas anteriores pero esta vez venían con pequeños códigos QR, los que abrían diversos sitios web de agrupaciones sociales que decían haber trascendido todo lo avanzado hasta la época en materias de organización social digital y además se autodenominaban “las redes antisociales”.
Los sitios web eran muy variados pero muy precisos en su mensaje. En solo una página definían por completo el término de red antisocial y sus particulares focos de trabajo y organización. Hasta entonces todos llevábamos años registrándonos en múltiples sitios, donde entregando un correo electrónico y algún que otro dato personal, éramos miembros de sus bases de datos con permisos de utilizar sus respectivos servicios. El tema es que ahora se hablaba de una red antisocial y su forma de obtenerla o ser miembro de una, era muy diferente a la ya conocida por la sociedad. Sólo algunos más atrevidos o con conocimientos informáticos logramos levantar nuestras propias redes, siguiendo varios, pero no tan complejos pasos. De acuerdo a los sitios, se recomendaba partir leyendo su pequeño manifiesto el que sin incentivar a política ni a religión entregaba una clara postura de ordenamiento social, el cual decía que no era impuesto por ideas propias, sino por ideas del mismo cronograma universal. Algo que ya nos escandalizaba, pero aun así nos intrigaba saber más. Este manifiesto nacía de la mezcla de las mejores ideas de bandos que habían estado divididos años antes, pero que ahora con el boom del descontento habían logrado amoldarse a los verdaderos intereses del colectivo, que en este caso seríamos nosotros los humanos. Indicaba como el interés por descentralizar la información, los flujos y los procesos, desencadenarían inevitablemente en la radicalización de la persona para convertirse en un individuo tanto en la vida real como en la vida virtual. Para esto debimos comprender que, si bien podíamos seguir siendo clientes, esto no quitaba el fuerte hecho de que también éramos servidores. Esto se tradujo en un cambio muy sutil en la sociedad, pero con un trasfondo muy complejo para quienes querían controlar o posicionarse por encima de otros. El mundo globalizado, había permitido grandes avances, sobre todo en la comunicación internacional que favoreció el intercambio de productos relacionados a la alimentación, salud, herramientas, tecnología y a recursos de todo tipo en realidad. El problema, era que todo estaba controlado por las grandes corporaciones quienes amparadas por corruptas leyes y protegidas por fuerzas militares y policiales, no daban espacio a mejorar las condiciones humanas si es que no habían mejoras de por medio, a sus capacidades de control o a sus ganancias monetarias. Si bien el mundo había progresado durante los últimos quinientos años, solo unos pocos y principalmente las grandes familias eran los que más se beneficiaban, todo esto, a costa del trabajo que el 99% de las personas hacíamos a nivel mundial de manera diaria. La red antisocial se mostraba como una forma de revertir esta situación y para esto, asumiendo que tenías un módem con acceso a Internet, sólo debías instalar un código fuente el cual te permitía levantar tu propia red y unirte a otras. Éste código no era nada del otro mundo, para entonces ya existían cientos de códigos que ofrecían cosas similares, pero el tema es que nunca fueron vistos con ojos distintos al comercial o gubernamental. En cambio esta vez, tenían un carácter fuertemente orientado al progreso humano, personal y colectivo. En un principio muchos se negaron a ser parte de esto, confundidos, engañados o sin expectativas, no sintieron la necesidad de tener una, pero poco a poco, quienes se informaban o ya tenían el tema de su privacidad dándole vueltas en la cabeza, comenzaron a ver esta plataforma como una buena alternativa a lo que ya había. Además, se tomó como una efectiva medida de seguridad frente al complejo mundo tecnológico que avanzaba cada vez más de manera ambiciosa y en muchos casos, innecesaria, por ende, utilizar esta nueva herramienta, era también una forma de protesta para los nuevos descontentos del momento.
El primer golpe se vio reflejado en abril, cuando cientos de usuarios cerraron o abandonaron sus cuentas en las redes sociales tradicionales y comenzaron a tener sus propias redes de información, principalmente para uso doméstico, en el que compartían lo mismo que antes, pero esta vez, realmente con aquellos que querían, sin almacenar información en servidores ajenos y centralizados que habían lucrado e incluso analizado su interacción durante más de una década. Esto produjo un quiebre en el mundo de las redes como Facebook, Instagram o Twitter que vieron como la cantidad de usuarios activos comenzó a descender con el pasar de los días y, por ende, sus auspiciadores, grandes corporaciones relacionadas al mundo del retail ya no llegaban a tanto público efectivo. La publicidad descendió en un 60% a sólo un mes de haberse revelado el código. El segundo golpe se hizo efectivo a finales de mayo, cuando múltiples redes antisociales de todas partes del mundo, conciliaron metodologías de transmisión de información dando un aplastante golpe a los medios de desinformación que aún existían. De esta forma muchos países lograron su independencia informativa, creando redes antisociales específicas para temas particulares y abarcando la mayoría de los problemas esenciales que habían sido tapizados años atrás. Los canales de noticias, radios y periódicos no podían hacer mucho y si bien algunos más radicales pensaban que debían pasar a la historia, no era una buena solución, dada las infinitas posibilidades que aún ofrecían. Afortunadamente, fue gracias a los mismos trabajadores, que estos arcaicos medios no desaparecieron, ya que comenzaron a tomarse estos cambios como una buena forma de recomenzar y hacer bien las cosas. Fueron ellos quienes dieron inicio al tercer y más preciso golpe, fomentando las redes antisociales para uso laboral y de esta forma, masificando su uso para distintos rubros como el periodístico, el audiovisual, el de los escritores, el de los secretariados, el de seguridad, el de la alimentación, el de la educación, el del transporte, el de la limpieza, el de la decoración y en definitiva un largo etcétera. Fue como ver el auge de las páginas web de los años 90’ pero esta vez con el concepto de red antisocial, donde además de protegerse la identidad de sus miembros, no se comercializaba con su información, ni menos se prestaba para servicios de inteligencias, no existía una jerarquía de cargos, todos aportaban y todos se retroalimentaban. En poco tiempo se logró destruir el monopolio de las grandes empresas, sobre todo de retail que habían desplazado años atrás a los pequeños pero expertos trabajadores y trabajadoras, quienes volvieron a ser parte importante del mercado proveedor. Esto ocasionó un descenso drástico en el valor monetario de las cosas, al ser nosotros proveedores de nuestros servicios, muchas cosas comenzaron a valer el costo real que tenían y no los inflados precios que el mercado había impuesto.
Entre agosto y septiembre, la mayoría de los países lograron mantener su comunicación, sus importaciones, sus exportaciones, sus trabajos, sus pretensiones de crecimiento urbano y sus ritmos laborales sin siquiera haber combatido o luchado de la manera tradicional. Todo esto fue gracias al compromiso individual pero colectivo que reordenó de manera lógica las funcionalidades de los trabajadores. Las redes antisociales sirvieron para devolver la privacidad al individuo, pero obviamente nada alteró sus ganas de compartir y progresar junto a otros. Los dueños de empresas, inversionistas y presidentes de corporaciones, siguieron ahí mismo, pero esta vez recibiendo lo que el colectivo destinaba para ellos, ya que habían tomado como prioridad máxima, el bienestar de quienes producían. La mayoría no se sintió afectado por estas medidas ya que de todas formas seguían ganando mucho y además veían como el mundo completo comenzaba a mejorar en todo ámbito. Como es de esperarse, ese 1% que había estado en la cima por años y que creía estar por encima de todos, no estuvo conforme y en muy poco tiempo, literalmente desaparecieron del mapa. Por más que los buscamos, no hubo información de ellos. Un obscuro pensamiento nació en el colectivo a finales del año 2020, sabíamos que después de todo, no lo harían tan fácil.