Capítulo anterior: El auge de las redes antisociales
Es el día 26 de septiembre de 1983, son las 00:14 horas en Moscú y la civilización está a punto de experimentar lo que podría ser su período más obscuro registrado hasta la fecha. El conflicto entre los capitalistas y los comunistas no da tregua y la OTAN ya se encuentra realizando uno de los ejercicios militares más cercanos a lo que podría ser el estallido de la tercera guerra mundial. Todo esto, después de haber perdido casi trescientos surcoreanos y norteamericanos en un conflicto aéreo apenas tres semanas atrás. De pronto, una alerta es ejecutada por OKO, un satélite ruso, el cual advierte que cinco misiles balísticos intercontinentales tocarán la madre Rusia en menos de veinte minutos.
Stanislav Petrov, un militar soviético, tuvo el futuro de la humanidad en sus manos. El apocalipsis nuclear estuvo en curso y solo él, pudo haber confirmado su trágico desenlace. ¿Resultado final? el mundo ganó cuarenta años de paz nuclear, al menos en lo que relacionaba a un ataque directo de éste tipo. Cuando le preguntaron a Petrov por qué no había alertado ni activado el contraataque, el respondió: “la gente no empieza un ataque nuclear con solo cinco misiles”. Pocos conocen su historia, pero son generaciones completas las que vivieron gracias a su asertivo actuar aquella madrugada de 1983, quien, usando únicamente su instinto, predijo que la alerta se trataba de una falla técnica y no de un verdadero ataque. Acción que, si bien fue reprochada por sus superiores, más tarde sería ovacionada por países y organizaciones humanas conscientes de aquel complejo evento.
Si bien la civilización pudo haber finalizado aquel día, sin contar el accidente de Chernobyl noticias como esta no se volvieron a repetir, por lo menos hasta mediados del año 2018, en que el país norteamericano decidió retirarse del acuerdo nuclear que había mantenido con Irán, ocasionando nuevamente noticias relacionadas a los ataques nucleares. Irán, país que para entonces se había mantenido firme a su postura anti yanqui, representaba el gran freno de mano para los perversos planes que Israel, Arabia Saudita y EEUU habían comprometido para finales de la década en toda la zona del medio Oriente. El mundo completo observaba como el presidente Trump hacía y deshacía acuerdos con países aliados y rivales y si bien los medios de desinformación transmitían todo, las masas, para ese entonces, ya estaban completamente indiferentes a lo que eran las continuas malas noticias del globalizado mundo. Afortunadamente, para mediados del año 2020, todo esto había dado un giro en ciento ochenta grados. El boom del descontento y las redes antisociales se habían expandido por todo el mundo y habían ocasionado grandes cambios en la sociedad moderna, la que por fin veía con buenos ojos el horizonte llamado tiempo. Fue a finales de ese mismo año en que nos percatamos que algo raro ocurría dentro de esta maravillosa revolución y es que, hasta la fecha, los grandes y profundos cambios se habían desarrollado sin oposición alguna. Incluso en aquellos países militarizados que trataron de imponerse con la fuerza durante el primer trimestre de las marchas, terminaron adaptándose al cambio rápidamente y no prestaron mayor resistencia durante el resto del año. El tema es que aquellos que suponíamos que se opondrían habían desaparecido del mapa y si bien algunos creían que se habían suicidado, era muy absurdo pensar en algo tan alentador tomando en cuenta las características reptilianas que habitaba en las mentes de esa gente. Fue a inicios del año 2021 que el mundo comenzó a organizarse en conjunto para resolver esta duda que ya había comenzado a preocupar dada las alertas de posibles contraataques que podrían llevarse a cabo. Para finales de enero, redes antisociales dividas por territorios bien definidos coordinaron la búsqueda de estos individuos y, además, otras redes fueron levantadas para organizar los ejércitos que hasta la fecha se habían mantenido al margen de todos los movimientos emergentes.
Para inicios de marzo, ya había información relacionada. Como era de suponerse, aquellos que habían dominado el mundo previo al auge de las redes antisociales, fueron alertados de las posibles consecuencias que traería esta revolución digital y, por ende, junto a su minúsculo grupo de contactos y subordinados, fueron a refugiarse a las bases militares que habían instalado alrededor del mundo. Las primeras informaciones llegaron de las redes antisociales que vigilaron Rota y Morón, las cuales alertaron de diversas actividades que involucraban a pequeños pero conocidos magnates de la vieja Europa. Al saber esto, era obvio que el resto podía estar en cualquier base militar y por ende las otras redes antisociales comenzaron a gestionar sus respectivas labores de acción. Paralelamente, a mediados de mayo, muchos países latinoamericanos y europeos lograron conciliar el apoyo militar para el beneficio del desarrollo social, pero esto no ocurrió de manera unilateral, en otros casos, la abstinencia de sus internos, sobre todo de los lugares más militarizados, no mostraron apertura al progreso. Estos lugares fueron cerrados en burbujas perimetrales y muy poco se pudo hacer. En algunos casos solo el intercambio de balas hizo notar la postura de estos grupos que al parecer teniendo a todo el mundo en contra siguieron operando de alguna u otra forma con los centros de mando, al que denominamos por obvias razones, la resistencia reptiliana.
Después de varias semanas de fracasados intentos de diálogo, las redes antisociales confirmaron la interacción con voceros internos de los centros militares asociados a esta resistencia. Fue un día 4 de julio, como si se tratase de una maldita película gringa, que se transmitió el complejo mensaje. “Acabaremos con Internet y el mundo. Tienen hasta fin de mes para bajar las redes antisociales. Las bombas nucleares siguen estando bajo nuestro dominio”. En vivo y en directo el mundo entero que comenzaba al fin a moverse en pro a sus necesidades, paró sus actividades para hundirse en una paranoia colectiva que hace rato no se veía. Eso fue todo, el mensaje era claro, los voceros de cada centro militar se retiraron sin responder a las preguntas, mientras vehículos blindados comenzaron acercarse a las zonas perimetrales para confirmar su clara postura fascista.
Rápidamente las redes antisociales que estaban a cargo de la búsqueda del uno por ciento fueron disueltas, ya estábamos claro donde se encontraban, por ende, solo quedaron vigentes las que vigilaban los perímetros de las bases reptilianas. La sociedad vivió una compleja semana, las importaciones y exportaciones fueron estancadas en la mayoría de los países a excepción de aquellos que necesitaban urgente, recursos de subsistencia como agua, alimento y medicamentos. La mayoría de los ciudadanos comenzaron a prepararse de manera individual pero colectiva a lo que podría ser un ataque nuclear de proporciones nunca antes vistas. Para la semana siguiente, nuevas redes antisociales enfocadas a la compleja situación comenzaron a levantarse en las principales ciudades del mundo, de esta forma de manera transparente y organizada, fuimos testigos de cómo se desechó por completo la decisión de bajar las redes antisociales. Era obvio, el avance logrado en apenas un año, había demostrado a la sociedad lo importante que era tener el control de sus vidas, de su información y de su organización. Para la tercera semana las ciudades más importantes estaban ocupadas en sólo un 35%, dado que la gran mayoría de las personas, principalmente niños, jóvenes y ancianos, aceptaron la decisión de refugiarse por al menos unos meses en sus alrededores. La sociedad mantuvo su anhelo de progresar en conjunto pese a la compleja amenaza que recibió a principio de mes. Era todo o nada. Radical postura que produjo más fuerza en la unidad social y la vez, mucho odio hacia la mentalidad fascista y reptiliana. Lamentablemente, la última semana vimos como algunos individuos más empoderados y organizados comenzaron a enfrentar las bases perimetrales con la intención de provocar consciencia, todo esto, de manera autónoma, sin haber alertado a las redes antisociales que estaban a cargo de esos lugares. Durante los días lunes y martes de esa semana, 1.700 personas en Europa y 3.300 en América, perdieron sus vidas tratando de provocar un cambio que en realidad nunca fue posible.
Los reptilianos se caracterizaban por tener esa mentalidad fría. Se caracterizaban por no ceder a sus intenciones incluso cuando sus crías eran puestas en peligro. Muchos comprendíamos que no era porque ellos querían ser así, su forma de ser había sido heredada a través de sus progenitores y la ciencia si bien había estudiado la posibilidad de revertir esta apatía, no lograron cambios significativos. A diferencia del mamífero que es capaz de entregar su vida por aquellos que quiere, el reptil no es así. Decir que es bueno o es malo contradice la naturaleza del universo pues debe existir esta dualidad por mucho que ocasione problemas para así mantener el equilibro entre lo que es voluntad y lo que es el deseo. Nosotros estábamos viviendo posiblemente nuestros últimos días como especie y aun así estábamos firmes a nuestra postura. Otros, inocentemente seguían pensando que podían hacer algo para cambiar esa antigua mentalidad.
El día miércoles, posterior a la matanza, varios ejércitos de todo el planeta demostraron su posición al progreso cuando comenzaron a prepararse para los posibles ataques que serían ejecutados en los días siguientes, levantaron sus propias redes y en conjunto a las fuerzas de aviación y naval lograron confirmar las ubicaciones por las que serían lanzadas las bombas. No eran pocas, de acuerdo a documentos técnicos que algunos militares lograron filtrar, habían aproximadamente quince mil bombas nucleares alrededor del mundo. Estas serían lanzadas a todos los rincones, incluyendo ciudades, centros portuarios, mares, montañas y desiertos. En la noche de ese día, reptilianos informaron mediante sus voceros que estaban preparados para el lanzamiento y que no darían su brazo a torcer, sabían que tarde o temprano una revolución como la que estaba en curso sucedería y cuando eso pasase las órdenes eran “formatear el planeta una vez más”. Con esta frase comprendimos que siempre fue así y de acuerdo a las antiguas tribus indígenas, el mundo efectivamente estaba viviendo su “cuarta etapa”. Nada hizo tambalear la radical postura de mantener las redes arriba, queríamos seguir adelante, la sociedad completa estuvo a disposición del progreso y no aceptamos volver atrás aunque la vida dependiese de ello. El día jueves fue un día increíble, algunas ciudades completamente vacías demostraron la organización a la que habían llegado las comunidades locales. Otras en cambio se repletaron de gente, la cual celebrando y festejando lo que podría ser su último día, de manera hermosa, heroica, valiente y arrojada esperaron el día del juicio final.
Viernes 31 de julio, 7:00 am hora de Moscú. Ciudades completas de gente y otras completamente vacías amanecieron con una sensación dulce, amarga, gris y colorida a la vez. Militares de todo el planeta confirmaron la preparación de los bombarderos por parte de los reptilianos, advirtieron y se despidieron. Las alarmas comenzaron a sonar. Una, dos, tres, cinco, ocho, trece, veintiuna, treintaicuatro, cincuenta y cinco, ochenta y nueve, ciento cuarenta y cuatro, doscientas treinta y tres, trescientas setenta y siete, seiscientas diez, novecientas ochenta y siete, mil quinientas noventa y siete. En quince segundos, los radares confirmaron los lanzamientos, el dios de la guerra había despertado y fueron miles de bombas las que soltaron para hacer temblar a GEA. Comenzó la reacción social, muchos se abrazaron, muchos lloraron, muchos aplaudieron, muchos alzaron sus manos al cielo, muchos, decenas, cientos, miles, millones, cerraron sus ojos. El cielo se tornó rojo, bandadas de aves arrancaron de las ciudades confirmando el miedo de la naturaleza mientras el sonido de las bombas se comenzaba hacer escuchar. Ya lo habíamos considerado, eso fue lo que aceptamos, era lo que nos haría libres, era nuestro destino y también nuestro final. Yo estuve ahí, yo lo ví, lo sentí, junto a millones de personas. Pero aquí estoy, aunque no lo crean, no morí. En realidad, muy pocos murieron. Las bombas sí fueron lanzadas, las bombas si llegaron a sus objetivos, cayeron encima de nosotros, destrozaron calles y edificios. Las bombas sí fueron lanzadas, pero las bombas afortunadamente nunca estallaron.
Viernes 31 de julio, 7:11 am hora de Moscú. Internet y las redes antisociales se mantuvieron en pie. La gente a solo unos pasos de las bombas permaneció incrédula por varios segundos, otros intentaron reanimar sin éxito a quienes sufrieron de manera directa el duro golpe de la bomba que nunca estalló. 7:15 am, los aviones militares que sobrevolaban comenzaron alimentar las redes antisociales. Bombas lanzadas: 17.711. Objetivos alcanzados: 100%. Ciudades destruidas: 0. Nadie entendía lo que había ocurrido. Miedo, optimismo, nostalgia eran los sentimientos que más se transmitían de cara en cara por aquellos que en vez de estar viendo fuego y oscuridad, nuevamente estábamos viendo el cielo y la tierra. Tuvimos que esperar tres horas de completa incertidumbre para comprender lo que había pasado, solo el alcohol y los cigarros tranquilizaron los tensos minutos que tuvimos que soportar con bombas nucleares a nuestro lado.
Viernes 31 de julio, 10:00 am hora de Moscú. Aviones y redes antisociales seguían confirmando la inactividad de las bases militares reptilianas. El poco movimiento mantuvo expectantes a quienes de a poco sentíamos nuevamente una leve sensación de gratitud. De pronto, voceros reptilianos salieron en dirección a las redes antisociales instaladas en sus perímetros. La gente no hizo preguntas, solo esperaron que estos dijeran algo, la transmisión se hizo en vivo en todas las ciudades del planeta, todos observando aún con mucho temor. La visita fue corta, los voceros tenían una cara de mayor nerviosismo a la nuestra y solo se dedicaron a entregar un papel. Este fue el mismo en todos los lugares. Los voceros miraron a las personas, miraron a las cámaras y sin provocación alguna, se suicidaron todos a la vez, como si hubiesen estado programado para ello. Las redes completamente anonadadas transmitieron el papel por pantalla. Un código QR era lo único que contenía y cuando empezamos a revisarlo, solo vimos un texto formateado similar al de los años 60 titulado “Hola Mundo”.
Muchos comenzaron a revisar el sitio el cual contenía mensajes de un increíble origen, sorpresas, risas, alegrías y abrazos entre los que comenzaban a leer daban a entender que algo bueno se venía. No todos quisimos leerlo en el momento, nos bastaba el relajo colectivo que se estaba manifestando para entender que nuestra mente al fin podía dejar de pensar en miedo y dolor. Ese día, terminó siendo un día de amor, un día de descanso, un día de conmemoración, por quienes estábamos, por quienes habían caído, por quienes lo vivieron y por quienes no alcanzaron hacerlo. Durante la tarde, militares y civiles organizados comenzaron a levantar ya sin miedo, a aquellas cosas que habían causado tanta paranoia. Muchos aplaudieron, muchos danzaron y muchos agradecieron a las que comenzaron a ser denominadas como "las bombas de paz".
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