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El dominio narco

Capítulo anterior: Territorio oscuro

A los pocos segundos de haber entrado en ese pequeño pueblo, sin emitir bulla alguna, decenas de personas completamente armadas y coordinadas lograron dejar sin espacios a nuestros amigos, quienes valientemente solo se dedicaron a levantar la bandera blanca para así mantener la camuflada antena en funcionamiento. La transmisión resultó perfecta y cada uno con su celular transformado en radio, pudo escuchar lo que allí sucedió. Sus nombres, sus nacionalidades y las razones de porqué estaban ahí, fueron las primeras preguntas que emitió un calmado individuo sin armas. Aquellos que veíamos a lo lejos, estábamos sorprendidos por la calma y organización de todo el tumulto. Redondeaban las doscientas personas, todas armadas a excepción del que hablaba. Una vez que nuestro amigo respondió las preguntas, el mismo tipo preguntó a los nuestros porque llevaban una antena camuflada como bandera blanca. Eso nos dejó a todos perplejos. Nuestros amigos titubearon por varios segundos y antes de que pudieran responder, apuntó con el dedo hacia nuestra dirección derribando por completo nuestros planes. Si bien nos tumbamos rápidamente al suelo para no ser descubiertos, pudimos escuchar claramente como el tipo dijo que no había caso de que nos escondiéramos ya que habíamos sido descubiertos hace un par de días por los aldeanos del lugar. Apenas terminó de hablar, unas mujeres armadas aparecieron entre la selva, solicitando que dejáramos nuestras pocas armas y las siguiéramos en silencio.

 

Dirigidos por un puñado de mujeres encapuchadas, como borregos hacia el matadero transitamos hacia el pueblo sin cuestionamiento alguno. Las mujeres de nuestro grupo, muy nerviosas y algunas incapaces de mantenerse en pie por si solas, debieron ser escoltadas por mujeres de una naturaleza completamente diferente. Fue impresionante entrar al pueblo y comprobar lo pequeño que era, imposible que sirviera para albergar a toda esa gente que aún estaba en el centro esperando. No entendíamos nada de lo que estaba pasando y solo cuando llegamos al lado de nuestros tres compañeros, el tipo desarmado apuntó a una de las casas del recinto indicando que entráramos y esperáramos en silencio. Mientras nos dirigíamos al lugar indicado, el tumulto comenzó rápidamente a separarse y a trasladarse a los interiores de la selva dejando a muy pocos habitantes en el lugar. Una vez que estuvimos todos adentro, el poco espacio nos hizo lamentar las condiciones en que sospechábamos, comenzaríamos a vivir. Algunos susurraban lo mal que hicimos las cosas, algunas mujeres lloraban y los más mayores bien parados trataban de mantener su dignidad firme. En eso debieron transcurrir cinco minutos de completa incertidumbre hasta que volvió a entrar el tipo desarmado junto a lo que debía ser su guardia personal, cinco enormes encapuchados armados con machetes y ametralladoras cruzadas en sus espaldas. Nuestra sumisión fue notable, al igual que su mensaje.

 

La ciudad del norte y las dos del este han sido completamente saboteadas, el hecho de que ustedes hayan podido cruzar la selva sin haber sido descubiertos por los mercenarios, aún sigue siendo un misterio para nosotros, por el momento no tenemos intensiones de asesinarlos ni menos de volverlos unos esclavos así que pueden estar tranquilos. Nuestra lucha siempre ha sido consciente y humana, la educación, el respeto y el compañerismo es lo que más nos ha definido en estos años, eso hemos visto en ustedes desde que llegaron al río y es por eso que tendrán la oportunidad de demostrarnos que pueden ser un aporte. Por cada hora que pasa, el enemigo está más cerca, por cada minuto que pasa, nuestros recursos disminuyen, pero el miedo no es algo que nos sobrepase, esto estuvo previsto desde hace mucho tiempo. Pueden retirarse a la selva si no quieren cooperar, pero aquí, en Centroamérica si son descubiertos por miembros del dominio narco, no serán atendidos de la misma forma que aquí. Si bien, en siete años lograron avanzar en la organización social, sufrieron asombrosas tragedias, ahora, con el último movimiento de los fascistas, su colapso ha sido total. Respecto a nuestro movimiento solo deben saber que partió hace treinta y tres años y yo soy el Subcomandante que los dirige. Ahora deberán decidir que es lo que harán y una vez que decidan, salgan en silencio y búsquenme en el centro de comunicación.

 

Los tipos se retiraron y por varios segundos, todos adentro sentimos un fuerte escalofrío recorrer nuestro cuerpo mientras escuchábamos nuestra respiración y algunos dientes de compañeros que crujían entre apretones de comprensible nerviosismo. Cuando pude recobrar el sentido, pregunté si alguien sabía algo de este grupo. La falta de conocimiento se reflejó rápidamente en sus rostros, por lo que tuve que dar una resumida descripción indicando que este grupo se había levantado contra el gobierno por falta de trabajo, tierra, techo, alimentación, salud y educación entre otras cosas. Su lucha era muy similar a la que nuestra revolución había clasificado como problemas esenciales, por ende aconsejé que debíamos unirnos a ellos. Con este mensaje, muchos enfocaron su mirada y asintieron con sus cabezas, la otra opción, adentrarnos en la selva y correr el riesgo de ser encontrados por miembros del dominio narco era imposible de aceptar. Comenzamos a darnos apretones de brazos y poco a poco pudimos recobrar el control de nuestros temblorosos cuerpos, uno a uno, comenzamos a salir de la casa aún con razonables dudas, pero ya aceptando todo lo que pudiese suceder. Estábamos cansados y hambrientos, muy choqueados por tantas experiencias acumuladas, si la muerte nos esperaba al salir de la casa, al menos estaríamos conscientes de que dimos lo mejor que teníamos. Cuando estuvimos todos afuera, vimos al Subcomandante a unos metros de la casa hablando por radio, por lo que nos dirigimos a su dirección para indicar que estábamos a favor de unirnos a ellos. El tipo encapuchado como todos, asintió con su cabeza y nos señalo que fuéramos al fondo de la calle. Cuando llegamos al lugar, gente muy amable nos atendió alrededor de un fogón, dándonos una ronda de sopa caliente con verduras. Nuestro agradecimiento se comenzó hacer notar, al igual que nuestra forzada capacidad para confiar, pues aquellos que se veían como unos terroristas, en realidad actuaban de una manera incluso más humana que muchos de nuestros conocidos. En eso llegó el Subcomandante con varios acompañantes, se pusieron a nuestro lado y nos pasaron vestimentas militares y capuchas similares a las de ellos. “No acostumbramos hacerlo de esta manera, pero nuestro presente no está para las viejas tradiciones, ustedes ya son parte de nosotros, salud” dijo el Subcomandante. Todos brindaron con sus vasos de sopa caliente, nosotros igual pero sin decir ninguna palabra. Solo observamos y escuchamos.

 

¿Qué noticias hay de los asentamientos del norte? Nada bueno, todos se están dispersando, los mercenarios están controlando gran parte de la costa caribeña. ¿Y qué han dicho los de Ocotonu al respecto? Preparados como siempre. Los Kori también aceptaron recibir a muchos. ¿Y los de Iriyapu? No tenemos noticias de ellos. ¿Qué noticias hay del exterior? Las comunicaciones siguen cortadas, no sabemos nada al respecto. Deberíamos comenzar a reagrupar a las tribus del monte. Opino lo mismo, pero el camino está muy vigilado. Al menos deberíamos enviar mensajeros. El camino no está accesible, fue tomado por los carteles. ¿Estarán a favor de los mercenarios? Los de Sipayoca sí, son fieles a Romani. ¿Y los de Buena Vista? No, ellos no, pero no toman en cuenta nada, se pelearon con los de Popolú hace unas semanas y se aislaron por completo. Deberíamos ver la factibilidad de hablar con ellos, nos deben un favor. Puede que sí, pero no estoy seguro de que acepten. ¿Y el cartel de Cristóbal? Domina cientos de kilómetros, tal vez ellos puedan intermediar con ellos. Es una opción, dijo el Subcomandante.

 

En solo unos minutos, escuchamos decenas de nombres sin saber a qué hacían referencia específicamente. De pronto uno de los miembros nos preguntó si entendíamos algo. En eso el Subcomandante respondió lo lógico e indicó que la actualización de información estaba completa y que ahora nos daría una larga charla, por lo que el resto era libre de actuar hasta el siguiente amanecer. Muchos agradecieron, desearon una buena noche, se pararon y se dirigieron a los interiores de la selva quedando nuestro grupo y un par de encapuchados más. Tirando más leña al fuego nos dijo que todo lo que comenzaría a decir no era con la intensión de que lo aprendiéramos de memoria, sino más bien, de que pudieramos tener una idea más clara acerca del lugar en que nos encontrábamos. La charla fue extensa, pero en resumen, entendimos que Centroamérica si bien para el mundo había estado dividido en países estructurados, el control de estos era semejante a lo que había anteriormente en África, es decir, una mezcla de tribus, aldeas, indígenas, poblados y carteles de los que occidente jamás tuvo control alguno.

 

Cuando el Subcomandante terminó de explicar la situación de los diferentes grupos que rodeaban el territorio, uno de los nuestros preguntó por qué durante todos estos años, no pensaron en una estrategia que acabase con el dominio narco. Aquí nos aclaró las dudas con una compleja respuesta, indicando que, si bien la revolución estaba presente en la mayor parte del antiguo México, el dominio narco estaba en todo el mundo, pues a inicios del milenio, ejecutaron un importante hito de su plan maestro y lograron introducirse en importantes cargos políticos de varios países de manera simultánea, inhabilitando por completo cualquier acción en su contra.

 

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